El Primer Templo Católico

El pueblo crecía a paso lento pero continuo y la comunidad, en su mayoría católica, necesitaba un templo. En esos tiempos, todo acontecimiento religioso se realizaba en la iglesia de Capilla de los Remedios.

El primero paso fue bendecir la piedra fundamental de un oratorio, el 23 de octubre de 1910. La patrona elegida fue la Virgen María bajo la advocación de la Inmaculada Concepción.

La capilla se erigiría en un terreno donado por don Zenón Vázquez González, de treinta y siete metros de frente por cuarenta de fondo, ubicado al costado del camino de Córdoba a San Francisco (Hoy  A. San Martín, donde funciona la boutique EL Templo y el Restaurante 1910).

La misa tuvo lugar en la casa de la señora Sótera Llanes de Ferrreira y fue oficiada por el Presbítero Ramón Varas, cura interido de Remedios.

                    

Cinco años pasaron hasta que un 21 de marzo de 1915 el mismo cura Varas bendijera la capilla y la imagen de la patrona.

La capilla era pequeña y con techo muy alto. Los bancos de madera estaban destinados a las mujeres, porque los hombres permanecían parados en la sacristía mientras transcurría la misa. En el momento de la comunión se arrodillaban en hilera frente al altar. El cura les daba la ostia, se incorporaban y otros fieles tomaban su lugar esperando la comunión.

Había un púlpito, desde donde se daba el sermón, al que se accedía por una corta escalera. También había un entrepiso para el coro. Llamaba la atención lo bien arreglado que se encontraba el lugar y la cantidad de floreros que siempre contenían flores frescas.

Una reja de unos ochenta centímetros de alto delimitaba el frente y, a la vez, constituía un límite seguro para el paso del canal de riego.

Las misas se celebraban una vez al mes. El sacerdote, de espaldas a los creyentes, las rezaba en latín, mientras que los cristianos debían seguir las oraciones leyendo el misal, un pequeño libro escrito en castellano, que cada uno llevaba al momento de la celebración,para poder entender lo que el padre decia. 

También formaban parte del oficio religioso la música y las canciones litúrgicas, que eran ejecutadas en el armonio (organo pequeño, al que da el aire con un fuelle que se mueve con los pedales) por Don Anastasio "Tito" Paz y su sobrino Pocholo, acompañados por el coro, entre quienes se contaban a Azucena Cejas, Esther Carranza, Petrona Juncos, la Sra. Krüger, Elena de Bossio, Irma Cattáneo, etc. Don Tito, con su bondad, estusiasmo y alegría era el encargado de los ensayos.




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